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DECOLONIALIDAD SÍSMICA

Tejiendo un terreno común desde las grietas discursivas.

  • Apr 15 2021
  • Elisa Fuenzalida
    es coordinadora de la Cátedra Decolonial Anibal Quijano en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Lleva varios años introduciendo propuestas de investigación militante en espacios tradicionalmente reservados al arte. Trabajadora de cuidados. Amante del huayno y el reggaeton. Actualmente vive en Neukölln, pero mantiene estrechos vínculos políticos tanto con Lima, su ciudad natal, como con Madrid.

Una perspectiva más que una teoría: esto es como la colonialidad del poder fue discernida por Anibal Quijano. Este humilde pero significativo matiz nos dio a la Cátedra que lleva su nombre la clave que necesitábamos, no sólo para titular la primera sesión “Un pensamiento sísmico ante el naufragio del presente”, sino también para iluminar la cada vez más polarizada y conflictuada arena política global. Era el año 2018 y el fallecimiento de Anibal era reciente, pero no solo el suyo. El vecino senegalés Mame Mbaye había muerto a poca distancia de ese auditorio del Museo Reina Sofía en que la Cátedra tenía lugar. Su corazón no pudo soportar el miedo y la ansiedad de otra redada por perfil étnico que posiblemente derivaría en su detención en un Centro de Internamiento para Extranjeros y posterior deportación y colapsó en medio de una calle de Lavapiés, a pocos metros del portal de una casa en la que acrobaticamente había conseguido introducir su lucha cotidiana por la supervivencia en medio de lo que para entonces ya era promocionado como descomplicado multiculturalismo para los consumidores de Airbnb. 

Su muerte se sintió, efectivamente, como un naufragio en el centro de Madrid, como si el Mediterráneo esta vez hubiera arrastrado los cuerpos demasiado cerca para apartar la mirada. Dolor y rabia encendieron el barrio esa noche e incluso para migrantes que nunca fueron objeto de redadas por perfil étnico como yo, el acontecimiento de la muerte de Mbaye hizo la nunca antes reconocida brecha con la izquierda local parecer abisal. Era un momento de decepción, separatismo y desconfianza, no el contexto más amable para apostar por puentes, como hicimos, para buscar terreno común. Y, como todos sabemos, esto era solo el comienzo. 


“Es tiempo de dejar de ser lo que nunca fuimos”

Las palabras de Quijano parecían precisas para sintetizar en pocas palabras mi proceso personal desencantado con los movimientos sociales españoles. Yo soy, después de todo, una migrante, y muy a pesar de los enormes esfuerzos de mi familia por pertenecer a la clase media, una bastante desposeída. Lo que llegué a entender en este punto fue que la “pureza” de mi anticapitalismo nunca podría igualar la de aquellos sin responsabilidades trasatlánticas, la de quienes tenían padres jubilados disfrutando vacaciones pagadas por el estado y salud pública, la de quienes gozaban de apoyo emocional y material en cada fase de su vida, porque estaban cerca de sus redes, de su tribu y de sus referentes. Sin embargo, tampoco llegué a Europa arriesgando mi vida en una patera u parecía como si, para los ojos de los compañeros de izquierda, eso significaba que yo era de hecho parte del lado del opresor de dónde quiera que viniera, en otras palabras, no suficientemente migrante. Este sentimiento de orfandad política, de ser cosificada en el discurso e ignorada como agente se convirtió para algunos en una solitaria deriva hacia la auto-exclusión y la alienación y para otros, en la chispa que faltaba para estallar en una ruptura radical entre un “ellos” versus “nosotros”. 

Una vez que me uní a Ana Longoni y el equipo del Centro de Estudios del Museo Reina Sofía para imaginar como una cátedra decolonial podría servir como fuerza constructiva en las puertas de lo que sabíamos sería un futuro signado por la catástrofe, los puentes se develaron nuevamente posibles después de mucho tiempo. Esta vez, los puentes eran de una naturaleza distinta a la que conocí cuando todavía me deslumbraban la autosuficiencia y seguridad en sí mismos que irradiaban los activistas españoles. Como Quijano sabiamente sugirió, movimos el tablero hasta que el margen ocupó el eje enunciativo, habilitando un camino para la reflexión-acción colectiva que “despojaba la colonial modernidad de sus promesas primigenias”. 

 

"La idea era “pensar en conversación”, como el sociólogo hacía, jugando con las muchas capas de pensamiento crítico que la perspectiva de la colonialidad del poder en América Latina había sacudido."

 

La Cátedra rápidamente se convirtió en una fuerza disruptiva en un lienzo dominado por la urgencia de confrontación enraizada en un creciente resentimiento al que no resultaba fácil resistirse. Nuestra motivación era clara: crear un espacio en el que explorar herramientas afectivas y teóricas que responden a experiencias y memorias políticas distintas de las legitimadas por la universalización eurocéntrica de las lecturas de género, activismo, ecología, cuidado, historia, etnicidad, conocimiento, etc.  La idea era “pensar en conversación”, como el sociólogo hacía, jugando con las muchas capas de pensamiento crítico que la perspectiva de la colonialidad del poder en América Latina había sacudido. 

Nuestra primera edición de la Cátedra estuvo impulsada por la urgencia de la crisis en las costas mediterráneas, presentando a la totalidad de la sociedad a merced del mar enfurecido, sea de forma literal o como metáfora de la falta de empatía y solidaridad que conforman la normalidad que ahora vemos romperse en pedazos. Fue un comienzo difícil ya que tocábamos muy cerca de una herida abierta, pero dicha complejidad nos llevó a comprender que debíamos hacer de los encuentros espacios más porosos. Así fue que la sesión del 2019 se hizo extremadamente interlocutiva. Es asunto que abordamos fue la comunalidad, otra de las muchas líneas teóricas de Quijano y el pensamiento feminista asumió un fuerte rol en el enfoque de partida. 

Decidimos cruzar dos experiencias que, geográficamente, no podrían ser más distantes la una de la otra: los palenques afro-colombianos y el proyecto autónomo de confederalismo democrático kurdo. Fue un intenso y esclarecedor proceso colectivo que orgánicamente nos llevó a cuestionarnos acerca de la existencia de una subjetividad femenina - enmarcada históricamente, más que como esencialidad- que ha nutrido la comunalidad como reserva emancipatoria. Nuestro último encuentro, hace poco más de un mes, fue subtitulado: “Ideas para posponer el fin del mundo”, como un esfuerzo por transgredir las narrativas cancelatorias de distopía introduciendo pensamiento afirmativo a través de prácticas y prácticas ecosociales. En suma, en el mero centro de la Cátedra, recogiendo las palabras de Santiago Alba Rico, uno de los conferenciantes, late la infatigable búsqueda de una sensibilidad común con la capacidad de transformarse en una política común. 

Por si la pregunta acerca del rol del pensamiento decolonial en el tiempo presente no fuera suficientemente desafiante, sentimos que el museo mismo debía ser objeto de esta reflexión. La red “Museo Situado” (MS) o como cariñosamente la llamamos “Agujerear el Reina”, nace el mismo año que la Cátedra y aplica la operación de decolonial de descentramiento a la institución misma, tejiendo orgánicamente con el entorno en el que está localizado, uno atravesado por la migración, la especulación inmobiliaria y la gentrificación. MS es una trama colaborativa entre colectivos y asociaciones vecinales que intersecta con las grietas de cuestionamiento del carácter de la relación entre el museo y las muchas luchas que tienen lugar en el contexto en que se emplaza. Su génesis fue también provocado por la muerte de Mbaye, pero la situación desde entonces ha pasado de la necropolitización del barrio a una de catástrofe en la que personas como Muhamed Hussein literalmente mueren de Covid en sus casas por no saber suficiente español para ser atendidos por el servicio de emergencias. 

El audiolibro Lengua o Muerte, de Dani Zelko – que reproduce frase por frase el relato de la comunicación fallida entre los familiares de Hussein con el servicio de emergencias SAMUR de Madrid – marcó otro punto de inflexión frente al silencio que inicialmente acompañó el crash económico y aislamiento que significaron la distancia social y el confinamiento para aquellos quienes viven al día. La traducción (del wolof, bengalí, chino, tagalog o árabe), de este modo, se convirtió en una relevante forma de activismo implicada en la transformación del museo en lugar para habitar democráticamente, persistentemente, en vez de un espacio al servicio del ojo efímero del turista. 

Hoy en día, las iniciativas que intervinieron en el rol tradicional del museo son muchas y diversas. Algunas involucran el cuerpo y la presencia, como el taller de danza para para trabajadoras del cuidado como limpiadoras a cuidadoras de ancianos llamado “Sin tu cuerpo la vida no se mueve” o la escuela de formación de promotoras de salud comunitaria y otras más bien, interpelan directamente hacia la acción en relación a asuntos como la vivienda, los derechos laborales y campañas como #RegularizaciónYa, que demanda un proceso extraordinario de regularización de personas refugiadas y migrantes. La totalidad de estas experiencias, compromisos y alianzas ha cristalizado en un manifiesto llamado “Por una Ética de Catástrofe”. Más de cincuenta colectivos se han unido a esta iniciativa, que no solo identifica conflictos, sino también expone propuestas específicas a través de un Plan de Emergencia que aborda asuntos como la gestión de espacios y recursos públicos, educación, vivienda y ciudadanía. 

Como trabajadoras, como mujeres y diversidades, como migrantes del sur global, las formas en que nuestras memorias políticas han permeado una institución tan tradicionalmente extractivista, hermética y elitista como la del museo son numerosas y es inspirador y estimulante ver que este movimiento no es conducido por nuestros valores individuales, sino por las comunidades de las que formamos parte. Para hacer uso de algunas palabras que – con no poco esfuerzo- están recuperando su lugar político y potencia, es un trabajo de amor y es un trabajo colectivo. 

 

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This contribution is part of Issue 15: DECOLOMANIA, on art history, the history of politics, and the history of theory: all of them colonized and colonizing, much like our very selves.



  • REFERENCIAS
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    Aníbal Quijano, Colonialidad del Poder, Eurocentrismo y América Latina, En: Cuestiones y horizontes : de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. Buenos Aires : CLACSO, 2014

    Dani Zelko, Lengua o Muerte: Movimiento de la lengua en Lavapiés, 2020

    IMAGE CREDITS
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    Sam Durant
    San Cristóbal de las Casas 1992, 2018 Graphite on paper, 193 × 134.6 cm.
    Unique Collaboration with Milenko Prvački Photo credit: Makenzie Goodman Courtesy of the artist

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