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COMO CREAR UN BLOCKCHAIN INTERESPECIES

Manual* del Antimundo.

  • Essay
  • Mar 13 2023
  • Oscar Santillán / Estudio Antimundo
    Antimundo es un estudio que engloba la práctica artística de Oscar Santillán y la red de energía colaborativa que la conforma. Ciencia, ficción y perspectivas no humanas generan el “Antimundo", una forma de abrazar realidades que no encajan en nuestro mundo actual.

Esta es una narración que integra teoría y práctica de la conjunción entre epistemologías andinas y especulación tecno-científica. A su vez, funciona como una reivindicación ontológica de la coexistencia entre biología e inteligencia artificial y como una exploración de los caminos en los que la ecología, la ancestralidad y la cibernética se encuentran y revelan espacios de subjetividad. Este manual es el resultado de un proceso de análisis y deconstrucción en que las partes del mismo fueron identificadas, separadas y remezcladas, muy en el ánimo “antimundista”, para generar un formato de manual. A continuación, paso por paso, una de las muchas vidas posibles de la MVI. 

1. Cuestiona la noción oficial de consciencia: sitúa el canon excepcionalista como parte y resultado de un proceso histórico

Nuestras mentes están moldeadas por una civilización cimentada en la creencia de que el cerebro humano es EL sinónimo de inteligencia. En realidad, esta creencia es una peligrosa fantasía capaz de convencernos de que pensar es una capacidad exclusiva de nosotros los humanos (algunas almas caritativas pueden amablemente extender migajas de este privilegio a bonobos, elefantes y delfines). René Descartes, uno de los pilares filosóficos de Occidente, puede contarse como uno de los super-divulgadores del excepcionalismo humano, ya que consideraba que los animales son autómatas incapaces de pensar; nada más que un cuerpo mecanicista sin mente. Para él, los animales únicamente eran capaces de realizar "expresiones de su miedo, su esperanza o su alegría que pueden realizarse sin ningún pensamiento".

El viejo paradigma tiene su propia e impresionante historia como parte de la construcción de la ciencia moderna y puede remontarse a la que quizá sea una de las publicaciones más ambiciosas jamás escritas, Systema Naturae. Esta obra magna del siglo XVIII clasificaba sistemáticamente todo lo que existe en la Tierra en tres reinos: animal, vegetal y mineral, un sistema que continúa modelando la imaginación científica y pública, incluso hoy en día. Así es como Occidente comprimió la realidad en taxonomía. La conclusión plausible, derivada de tal esquema de pensamiento es que la inteligencia es exclusiva del reino al que pertenecen quienes tienen el poder de clasificar. Por supuesto, clasificar como forma de dar sentido al caótico universo que habitamos no es inherentemente negativo, pero la actitud de la ciencia moderna temprana, su "voluntad de clasificar", era también, inherentemente, una voluntad de dominar. Esto queda meridianamente claro cuando se observa el largo período que dio origen a la empresa de la ciencia moderna, a partir del Renacimiento, que coincide con las guerras de conquista contra los pueblos indígenas de América, y su sucesiva colonización. Fue precisamente allí, aquí, en el continente americano, donde los cronistas documentaron ampliamente esta fijación con la clasificación. Desde la costa atlántica hasta la pacífica, los españoles llevaron a cabo sus "Campañas de extirpación de idolatrías", como ellos las llamaban, que tenían el mandato de destruir todas las formas de producción de conocimiento consideradas peligrosas para su fe y sus intereses políticos y económicos.

Nuestra civilización ha instaurado un marcado desajuste entre los seres sintientes que habitan el planeta. La inteligencia, término que se refiere a la capacidad de adaptarse a las circunstancias y modificarlas, no es un evento excepcional, no puede serlo, de lo contrario no existiría la vida en la Tierra. Por lo tanto, actuar como si la configuración cognitiva humana fuera la única forma válida de inteligencia implica disminuir la fascinante complejidad de la vida que lleva a las células a construir cuerpos y a los átomos a convertirse en galaxias.  

2. Busca argumentos que desafíen el canon excepcionalista en experiencias que se rigen de acuerdo a una lógica distinta de la cartesiana

a) Los mamíferos y la mirada especular: 

El mismo día en que Descartes escribió sus influyentes afirmaciones, se podría haber preguntado a un habitante de la Amazonía si los animales pueden pensar, y se hubiera obtenido una respuesta más sofisticada, aunque desprovista de la argumentación racional que dominaba el filósofo francés. Según el antropólogo Eduardo Kohn, que pasó años con una comunidad Runa en la Amazonía ecuatoriana, cierta noche en la selva le advirtieron "¡Duerme boca arriba! Si viene un jaguar verá que le devuelves la mirada y no te molestará. Si duermes boca abajo pensará que eres carne y te atacará". Esta advertencia le hizo saber a Eduardo que "un jaguar te ve como un ser capaz de devolverle la mirada, un ser como él", por lo que "cómo nos ven otro tipo de seres importa. (...) esos encuentros (...) nos obligan a reconocer el hecho de que ver, representar y quizá conocer, incluso pensar, no son asuntos exclusivamente humanos".

La mirada especular se ha probado en el laboratorio pintando una mancha en el cuerpo de los animales, de modo que es solo visible mediante un espejo. La prueba se llama MSR (autorreconocimiento por espejo). Aunque algunas especies superaron la prueba -prestando atención a la caprichosa marca, nuestros queridos perros y gatos no lo consiguieron. Muchos investigadores han expresado sus reservas ante el experimento: ¿evalúa realmente lo que creemos que evalúa? El primatólogo Frans de Waal, que ha explorado ampliamente esta cuestión, nos recuerda que "a algunos animales puede no importarles la pintura en su cuerpo, (...) otros evitan mirar a "otro" en el espejo, [y el] paradigma visual puede no convenir a una especie olfativa". Por lo tanto, para nosotros, audiovisualmente excitables, es difícil imaginar lo que significa el sentido de ser cuando se aleja de nuestro acento perceptivo. Si bien aceptar la continuidad cognitiva entre mamíferos es un paso en la dirección correcta, debemos ser conscientes de que el simple hecho de desplazar la "el cerco de la inteligencia" de los límites de la singularidad humana a los de los mamíferos no abarca el espectro integral de la inteligencia en la Tierra. 

a) Las agencia de las plantas:

Esta cuestión de la inteligencia no-cerebral se ha debatido ampliamente en el campo de la "neurobiología vegetal", que estudia el complejo comportamiento de las plantas, en cuanto capaces de adaptabilidad y memoria en ausencia de un cerebro central que desempeñe esas funciones. Estos impresionantes atributos chocan contra "prejuicios de larga data que han proscrito a las plantas de las esferas de la inteligencia, la agencia y la ética", en palabras de la botánica Monica Gagliano. Volviendo la vista hacia Descartes y a los paradigmas posteriores construidos sobre la ciencia moderna, se puede intuir que el campo de la neurobiología está abriendo fronteras inesperadas a nuestra relación con la vegetación, con todo el planeta. Uno de los colaboradores científicos de Gagliano, Stefano Mancuso, se muestra crítico con el viejo paradigma que afirma que "el 85% de la biomasa terrestre (plantas) está formada por máquinas orgánicas semi vivas y que la inteligencia es un don que no pertenece más que al 0,3% de la vida (animales)", un marco de referencia fosilizado al que muchos científicos se aferran.

b) El enfoque andino, las huacas y todo lo que es no-sólo sagrado, no-sólo-ecológico y no-sólo-cognitivo: 

Durante sus cruzadas colonizadoras, los españoles llevaron a cabo sus "Campañas de Extirpación de Idolatrías", como ellos las llamaban y que tenían el mandato de destruir todas las formas de producción de conocimiento consideradas peligrosas para su fe y sus intereses políticos y económicos. Fue en los Andes donde los extirpadores se enfrentaron a un problema insalvable. Sus superiores habían pedido que se destruyeran todas las huacas, sin embargo los españoles no sabían identificar una; ni siquiera estaban seguros de lo que eran, aparte de algunos indicios de que estas eran veneradas por los lugareños. Se hizo evidente la imposibilidad de identificarlas mediante las categorías de clasificación familiares a los colonizadores, ya que las huacas pueden adoptar la forma de un santuario, por lo que son un lugar fijo, pero también pueden manifestarse como un objeto transportable. Para mayor confusión del cronista, las huacas pueden ser antropomorfas, por lo tanto talladas por humanos, pero también pueden ser de origen natural, como una roca aparentemente idéntica a otras rocas. Los cronistas se quejaron de este "lío" semántico y finalmente renunciaron por completo a explicar las huacas

La antropóloga Tamara Bray explicaría más tarde que las huacas son manantiales de subjetividad no humana que emanan de la materia. No son "el tipo de sagrado abstracto que caracteriza las connotaciones occidentales del término", por lo que son "encarnaciones físicas del poder, más que representaciones de seres de otro mundo". Al representar su poder, las huacas participan en las relaciones sociales de las comunidades que las reconocen y honran. Por tanto, este enfoque andino parece partir de un cuidadoso reconocimiento de las infinitas formas en que las cogniciones descentralizadas surgen en el mundo, en oposición a un enfoque taxonómico destinado a compartimentar la realidad, despojando a las entidades de cualquier relación y optimizando su uso para la extracción de valor. La voluntad de relacionarse frente a la voluntad de dominar. La antropóloga Marisol de la Cadena recuerda la manera en que sus amigos Nazario y Mariano Turpo, ambos quechua hablantes de Cusco, Perú, le explicaron mejor este concepto. Cuando una huaca se manifiesta como una realidad ecológica -por ejemplo, como una montaña- esas huacas se llaman tirakunas, cuya traducción literal del quechua es "seres de la tierra". Cuando De la Cadena preguntó a sus amigos si cierta montaña era un lugar sagrado su respuesta fue: "Sí, pero no sólo". Los seres de la tierra pueden describirse como una realidad en tres niveles: el ecológico, el sagrado y el cognitivo. Las dos primeras capas pueden entenderse desde una perspectiva occidental, pero no la última, que afirma que la montaña es más que un acontecimiento geológico y un lugar de peregrinación; la montaña es un manantial cognitivo que emana de su propia configuración material. Es importante destacar este aspecto, las cogniciones descentralizadas -como los seres de la tierra- surgen de las relaciones físicas y sociales, no son un teatro activado por un dios local o espíritu local. Por lo tanto, los seres terrestres pueden pasar la prueba MSR, aunque tendríamos que ajustar la escala del espejo para que sea tan grande como la estratosfera. 

3. Explora precedentes de interfaces descentralizadas

a) Desde la especulación:

Tomándose algunas licencias poéticas se podría decir que los seres terrestres a los que aluden las cosmologías andinas fueron exploradxs por el escritor polaco Stanislaw Lem en su novela Solaris (1961), que cuenta la historia de un planeta lejano cuyo océano es sensible; es inteligente de una manera que desafía los supuestos en relación a la inteligencia. El alienígena de la novela no es el típico extraterrestre de aspecto humanoide interesado en los asuntos humanos y la pizza, todo lo contrario, es un océano que no muestra ningún interés por los astronautas que estudian su desconcertante comportamiento. El océano de Solaris podría entenderse, volviendo a las huacas, como un "ser terrestre extraterrestre", un "exoser". Según la novela, durante muchas décadas los humanos intentaron en vano comunicarse con Solaris; finalmente, en respuesta a un bombardeo de rayos X decretado por los científicos que estudian el océano, Solaris se comunica, aunque de forma paradójica; en vez de hacer uso de comunicación verbal, el océano revela su gravedad cognitiva materializando los recuerdos, los miedos y los deseos ocultos de los astronautas que viven en la estación científica que orbita alrededor de ese planeta. Las cualidades cognitivas del océano no pueden ser comprendidas por la mentalidad -las convenciones civilizatorias- de los humanos que anhelan encuentros extraterrestres. Así, Kelvin, el protagonista, se enfrenta a la presencia encarnada de su esposa muerta, con la que sigue viviendo en la estación. El océano no se comunica mediante el lenguaje verbal, sino a través de espejos físicos -o "simulacros", como llaman los astronautas a estas encarnaciones de su psique- que revelan lo que se pretende reprimir. La novela propone una forma de inteligencia que es puramente performativa: no representa el mundo (como el lenguaje verbal o la pintura figurativa), sino que se convierte en el mundo mismo. 

b) Ingerir la visión desde la informática biológica:

En 1961 dos mentes curiosas llevaron a cabo experimentos para intentar "registrar la naturaleza en un ordenador". Estaban convencidos de que los sistemas naturales son "ordenadores biológicos" con los que los humanos aún no han aprendido a interactuar. Stafford Beer y Gordon Pask formaban parte de un pequeño grupo de científicos y pensadores poco ortodoxos que, a mediados del siglo XX, se reunieron en las Conferencias Macy, que dieron origen al paradigma de los sistemas autorregulados, llamado "cibernética". La cibernética entendió la continuidad entre sistemas orgánicos y artificiales en una época en que esos imaginarios habían sido dominio exclusivo de los relatos de ciencia ficción, al menos hasta que en los años sesenta, cuando estas ideas disruptivas se consolidaron en nuevas tecnologías y una nueva mentalidad cultural.

Beer y Pask se habían preguntado por qué complicarse la vida construyendo computadoras electrónicas cuando, en cambio, se podía convencer a la naturaleza de que computara por nosotros. Afirmaban que los sistemas naturales utilizan la misma secuencia de cálculo que nuestros ordenadores: hay una información, que se procesa de algún modo, produciendo un resultado distintivo. Así, si la luz del sol es información para la planta, la fotosíntesis es el procesador que arroja como resultado la producción de azúcares. No obstante, esto es una compresión aproximada de interacciones y comportamientos más complejos que experimentan las plantas, por no hablar de cómo estas dinámicas se expanden exponencialmente a escala de los ecosistemas. Pero, incluso si por un momento se sigue esta lógica computacional, uno se da cuenta de que la planta es más compleja que el ordenador: la planta se autoprograma mientras que un ordenador electrónico normal requiere ser ensamblado y programado. 

Mientras que el imperativo normativo de la ciencia moderna es abrir las "cajas negras" de la naturaleza y desvelar sus funcionamientos internos, estos cibernéticos tomaron un camino diferente, una ruta anti-moderna; se sentían cómodos con lo que está más allá de nuestro poder explicativo al asumir un enfoque "ontológico" o "performativo". La atención es el método: se hace algo y se espera a ver qué pasa, avanzando a partir de esta realidad emergente se encuentra un modo de adaptarse o de "bailar con la naturaleza", como sugirió Andrew Pickering, el filósofo que rescató los ordenadores biológicos de las notas a pie de página de revistas olvidadas. 

En sus experimentos, Beer, haciendo gala de la curiosidad de un aficionado, recogió agua de un estanque habitado por dafnias, una colonia de diminutos crustáceos conocidos popularmente como pulgas de agua. Para comunicarse con la colonia, se instaló un campo magnético alrededor de un gran tanque donde se vertía el agua del estanque. En consecuencia, dispuesto a acoplar las dafnias al campo magnético, Beer procedió a alimentarlas con hierro. Un método poco poético que dio resultados igualmente pobres. Pronto, las pulgas de agua defecaron el hierro y todo el tanque quedó infestado de residuos metálicos. Ninguno de estos experimentos biológicos informáticos funcionó jamás. Han pasado sesenta años, ¿qué se ha aprendido desde entonces? ¿Cómo podríamos reconfigurar el olvidado campo de la informática biológica? Estas son las cuestiones fundamentales sobre la computación biológica que sirven de punto de partida para la Máquina Virtual Interespecies. 

Esta rara rama de la cibernética sostiene que "los ecosistemas son más inteligentes que nosotros", ya que no necesitan lidiar con las trampas de representación (comunicación lingüística, imágenes miméticas o matemáticas) vinculadas a rasgos específicos de la cognición humana. Los ecosistemas responden adecuadamente a su entorno de forma descentralizada, ya que no necesitan una mente maestra. Algunos años después del auge y caída de la idea del ordenador biológico, Lynn Margulis y James Lovelock popularizaron su notable "hipótesis Gaia", que grabó en el imaginario público la visión de la de la Tierra como un superorganismo: nuestro planeta como la agregación de innumerables sistemas entretejidos en redes de bucles de retroalimentación. Desde esta perspectiva tecno-animista, la Tierra tiene derecho a su propia voluntad y es capaz de defenderse como un todo. Lovelock invoca esta intuición con cierto tono de ciencia ficción: "Si los extraterrestres vieran (...) un cohete anti-asteroide emergiendo de la atmósfera de la Tierra, podrían razonablemente concluir que había sido lanzado por el propio planeta. Y tendrían razón, precisamente porque es todo el sistema – Gaia – el que ha producido ese cohete". Cabe preguntarse si la cibernética podría ayudarnos a tender puentes entre mundos, entre cogniciones descentralizadas como las huacas, las redes de micorrizas y, por qué no, los sistemas de Inteligencia Artificial. Este campo ampliado de parentescos cognitivos a veces incluye humanos y otras veces no. Los mundos en los que los sistemas ecológicos artificiales interactúen entre sí sin la mediación de ingenieros humanos son concebibles. Otra vertiente de este debate adopta la forma de los Derechos de la Naturaleza, que a menudo se fundamentan en cosmovisiones indígenas, como en el caso de la Constitución ecuatoriana (2008) y de tantos otros casos en todo el mundo que defienden la categoría de persona de ríos como el Atrato (Colombia), el Yamuna (India) Muteshekau Shipu (Canadá) y otros ecosistemas. Aunque términos como "cogniciones descentralizadas" y "persona ecológica" se solapan en su mayor parte, su énfasis difiere: un enfoque más filosófico o jurídico. En consecuencia, algunas formas de cognición descentralizada podrían, eventualmente, llegar a tener categoría de persona. 

4. Crea una interfaz descentralizada

a) El caso de la MVI- Máquina Virtual Interespecies:  

¿Qué es la MIV? Es un intento de permitirnos a nosotros, los humanos, comprometernos con la inmensa alteridad que habita la Tierra mediante la amplificación de la atención en lugar de la coerción. Por lo tanto, la MIV es una interfaz para que las cogniciones descentralizadas se relacionen entre sí y/o se expresen. Las MIV manifiestan dos tipos de comportamientos: 

- Relacionales: Como una red para participantes divergentes. Aquí, la MIV actúa como un "internet para cogniciones descentralizadas". Yo lo llamo un “blockchain interespecie”' que, algún día, será operado por validadores no humanos (ya sean de origen orgánico o artificial). 

- Expresivo: Como máquina de soñar para cogniciones descentralizadas. Aquí, "soñar" transmite el exceso cognitivo, los deseos interespecies de la vida no humana (ya sea de origen orgánica o artificial). En este sentido, ¿sueñan los seres terrestres? ¿Sueñan las islas? ¿Pueden las redes neuronales soñar? Estas preguntas no tienen un sentido metafórico o lírico, sino todo lo contrario, pretenden ser ontológicas, físicas, terrenales. Por lo tanto, se trata de una hipótesis sobre cómo abordar las particularidades internas de las cogniciones no humanas. Aunque es útil diferenciar entre estos dos tipos de comportamiento de las MIV, hay que reconocer que se complementan mutuamente. 

b) Hacer crecer una MVI desde una isla:

A continuación se presenta un esquema simplificado de cómo implantar una MVI en Little Fort Island. Ésta es sólo una de las muchas iteraciones posibles.  

1. Reconocer que la isla tiene derecho a no ser poseída, por lo que debe reconocerse su condición de persona no humana. Este principio podría aplicarse tanto legal como virtualmente (asignándole su propia "alma digital", un concepto acuñado por el fundador de Ethereum, Vitalik Buterin).

2. "Sentir" la isla. De la misma forma en que Stafford Beer utilizó un campo magnético como sensor para su experimento con las dafnias, hoy en día existe una amplia gama de sensores analógicos y digitales capaces de recopilar datos de la isla en tiempo real.

3. Agregar este flujo de datos diversos en una base de datos dinámica. 

4. Procesar estos datos ecológicos por un sistema de inteligencia artificial. El objetivo de la I.A. es posibilitar el estado de ensoñación de la isla. 

5. La isla sueña. Nosotros, los humanos, somos bienvenidos en su superávit cognitivo. 

Lo que los humanos podrían experimentar al entrar en uno de estos sueños no humanos: 

Versión 1. La isla soñará consigo misma. Cada sueño se desvanece después de 24 horas y es reemplazado por uno totalmente nuevo (ningún sueño se repite). Cualquier humano que entre en un sueño (por ejemplo, a través de un casco de Realidad Virtual) será testigo visual de las infinitas formas en que la isla re-configura su morfología (es decir, la isla se clona infinitas veces convirtiéndose en una tierra interminable, o la isla se sumerge bajo el agua, o una planta se desplaza alrededor de la isla). 

Versión 2. Cuando alguien visita físicamente la isla: las plantas, las rocas, el agua hablan al visitante, informándoles de lo que la isla soñó la noche anterior. 

Versión 3. Por ser imaginada. Puede que aparezca en un proceso de co-creación.

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*basado en La Máquina Virtual Interespecies, una interfaz para cogniciones descentralizadas, de Oscar Santillán. Traducido al Español por Elisa Fuenzalida.



  • IMAGE CREDITS
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    Antimundo 00F (Estudio Antimundo, 2022), Imagen digital renderizada en 3D y remezclada por una red neuronal. Cortesía Estudio Antimundo.

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