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Si el Cuerpo es Realidad, el Movimiento es Poesía

Una conversación con Javier Pérez, del colectivo La Revuelta, sobre la danza como lenguaje de transformación entre caos y orden.

  • Nov 16 2024
  • Gabriela Orellana y Thalie Ponce
    Gabriela, dramaturga y corresponsal de AWC en Loja, condujo la conversación con Aileen Said.

    Thalie, editora de AWC en Ecuador, así como de la publicación Indómita y de varios medios internacionales de arte y cultura, formuló las preguntas.

    María Inés Plaza Lazo, fundadora y editora general de AWC, editó el texto y escribió la introducción a esta entrevista.

Hoy se estrena en Loja, durante la novena edición del FIAV - Festival Internacional de Artes Vivas, Los Nadie: una obra que explora la realidad de las personas en situación de calle —sin techo, vagabundxs, migrantes— y que busca contar las historias de quienes han sido invisibilizados por la sociedad. Esta performance nos enfrenta a nuestras propias respuestas ante el dolor de lxs otrxs, recordándonos cómo, a menudo, desviamos la mirada ante lo incómodo, prefiriendo el rechazo o la indiferencia hacia aquellos que la sociedad sistemáticamente margina.

La Revuelta es un espacio –físico, dinámico, virtual– de investigación y creación coreográfica residente en la Casa de la Cultura de Durango, México. Como compañía binacional de danza y teatro contemporáneo, se dedica a las líneas de trabajo inter-, trans- y multidisciplinarias, proponiendo una búsqueda y deconstrucción de ejercicios creativos. Dirigida por lxs coreógrafxs, bailarinxs y actorxs Alejandra Juárez Aguilar, de México, y Javier Pérez Caicedo, de Ecuador, La Revuelta lleva 14 años colaborando con maestrxs, coreógrafxs, productorxs, compañías, universidades, residencias, festivales, encuentros y elencos nacionales e internacionales de Latinoamérica y Europa. Gabriela Orellana se encontró con Javier durante los días de apertura para hablar de los fenómenos que los llevan a conectar con el mundo a través de la danza.

Javier, ¿cómo define La Revuelta el rol de la danza contemporánea dentro del contexto latinoamericano de hoy?

La danza contemporánea en Latinoamérica se ha emancipado de los eurocentrismos que antes definían su rumbo. Hoy es una expresión madura, con identidad propia, que articula las realidades antropológicas, sociales y políticas del continente. Más allá del discurso, se manifiesta en la antropología del movimiento, en el valor de la territorialidad y en la manera en que los artistas asumen su producción desde una conexión profunda con el territorio. Antes, la creación respondía a necesidades y paradigmas externos, ajenos a nuestra realidad. Ahora, los procesos creativos emergen desde el reconocimiento de nuestras propias dinámicas, nutriendo una danza que no solo resiste, sino que reescribe las narrativas desde su raíz latinoamericana.

¿A diferencia del teatro contemporáneo en la región? ¿Qué desafíos enfrentan?

El teatro contemporáneo en Latinoamérica se caracteriza por su complejidad y profundidad, más desarrollada que en la danza. Destaca por incorporar experiencias territoriales y narrativas que conectan al espectador con otros espacios y realidades. Esto lo convierte en un viaje tanto imaginario como territorial, único en su capacidad de reflexión. Su lenguaje es mucho más explícito como crítica social.

¿Cómo equilibran la crítica social y la estética en sus montajes?

La estética y la crítica social son interdependientes; una permite aterrizar la otra. La estética ayuda a digerir mensajes complejos, mientras que la crítica social aporta los signos y símbolos que construyen una narrativa. Este balance transforma verdades incómodas en algo accesible y poético.


Fig. 1

 


En la danza contemporánea, el movimiento puede convertirse en un vehículo de expresión, resistencia, lucha y transformación. ¿Cómo dialogan tus obras con estos conceptos dentro del contexto específico de la realidad latinoamericana?

Híjole, qué preguntas. Mira, para responder, me apoyo en un imaginario que siempre me ha ayudado a pensar en el movimiento, la estética y cómo llevarlos a escena: la relación con la arquitectura. Desde la arquitectura, todo lo que nos rodea —ciudades, parques, estructuras— es constante, mientras que el cuerpo representa el caos. Ese caos se organiza en función de la arquitectura. Cuando uno comprende eso, al crear una obra busca estructurar elementos —ya sean tangibles o intangibles— que organicen ese cuerpo. Y esa organización se nutre de signos o símbolos discursivos, que pueden ser políticos o no. Si se busca generar reflexión política o crítica, ese orden ayuda a que el mensaje sea digerido a través de la plástica del cuerpo. Pero siempre hay que recordar que, al final, el primer signo que detona el cuerpo en escena es su humanidad: el intérprete, la bailarina, el actor, son seres humanos. Esa cotidianidad es el punto de partida antes de llegar al movimiento, que es donde aparece la poesía.

Para mí, crear implica una negociación constante entre lo cotidiano y lo poético. Esa negociación me permite conectar con el espectador de manera honesta y horizontal, para que no se sienta ajeno o distante. Si hay demasiada poética, demasiada plástica, puede alienar. Por eso es necesario incluir la víscera, algo que permita al espectador reconocerse en lo que ve. En este proceso, también es importante reconocer que no todas las obras escénicas deben tener un discurso político explícito, aunque todo acto creativo sea político en sí mismo. Es una decisión del creador y de los intérpretes definir si desean o no abordar un discurso político. Y cuando esa decisión es consciente, es ahí donde se transforma la relación con el espectador: lo identificas, lo conmueves o, en algunos casos, lo invitas a reflexionar. Ahora bien, también está el valor del divertimento. No todo debe ser confrontación o crítica; a veces, lo que el espectador necesita es refugiarse del peso de la realidad. En estos casos, el acto escénico cumple la función de consolar, de brindar paz, y eso también es profundamente humano y necesario. Porque el arte, además de cuestionar, también eleva, transforma y celebra lo hermoso. Así veo yo el proceso de creación: como un equilibrio entre habitar esos dos lugares, lo cotidiano y lo poético, y aceptar que tanto la reflexión profunda como el simple espectáculo tienen su valor. Ambos son necesarios, y abrazar esa dualidad es parte de la responsabilidad de quien crea.


Mirando hacia las realidades sociales y políticas de México y Ecuador: ¿cómo influyen estas en vuestra propuesta artística?

Ecuador es un país de tránsito, donde las realidades se construyen a partir de lo que pasa por su territorio, mientras que México es un punto de partida y llegada, lo que genera obras con múltiples perspectivas. Ambas realidades sociopolíticas influyen en las estéticas y discursos de manera única, con Ecuador organizándose más fácilmente y México reflejando su vastedad territorial.


Javier, para cerrar, ¿qué visión tienen con La Revuelta sobre el futuro de la danza contemporánea en Latinoamérica?

Hablar del futuro siempre es idealizarlo, pero creo que la danza en Latinoamérica está en un momento de transformación generacional. Se están renovando los actores que sostienen las bases de la educación, las políticas culturales y la administración de recursos. Por ejemplo, en México se cuestiona mucho el cómo asumimos el cuerpo, dejando atrás estéticas y estilos impuestos desde fuera. Se está buscando una conexión más profunda con la antropología del cuerpo, entendiendo el arte como parte de un proceso educativo más integral y no solo como manualidades o entretenimiento. En países como Ecuador, hemos visto un incremento significativo en la oferta educativa en artes escénicas, lo cual ha generado nuevas oportunidades. Sin embargo, esto también plantea el reto de crear espacios y modelos sostenibles para que estos profesionales ejerzan más allá del teatro. Por ejemplo, en la educación alternativa, la industria privada o la gestión cultural. El reto ahora es construir una sociedad más consciente del valor del arte, no sólo como consumo, sino como un eje transformador. Crear semilleros.


Fig. 2



"Semilleros" suena interesante. ¿Podrías profundizar en esto?

Claro. El problema de los semilleros radica en que cada vez hay menos personas interesadas en formarse en arte, a pesar de la cantidad de universidades y escuelas disponibles. Esto genera un desequilibrio: tenemos instituciones bien establecidas, pero falta alumnado para llenarlas. Aquí es clave cambiar la percepción del arte como profesión para que sea una opción válida y sostenible. Por otro lado, necesitamos repensar qué significa ser artista. No se trata solo de producir obra, sino de generar posibilidades para que el arte exista en diferentes formas. Esto incluye brindar servicios culturales, enseñar, colaborar con otras disciplinas y explorar nuevos modelos de trabajo.

Aquí invocas también una economía y dicotomía del arte como negocio y como servicios culturales. ¿Cómo crees que pueden integrarse al contexto actual?

El arte como negocio implica reconocer que además de productos culturales, como obras, también generamos servicios. Estos servicios no son tangibles, pero son esenciales en la sociedad contemporánea. Por ejemplo, la arteterapia se conecta con la psicología; la educación artística con la formación integral de niños, jóvenes y adultos; y el arte con la tecnología en procesos creativos. Sin embargo, en muchos casos no hemos regulado ni valorado estos servicios. Por ejemplo, las academias de danza a menudo operan sin un estándar profesional que garantice la calidad de la formación. Esto no solo afecta a los estudiantes, sino que también invisibiliza a los artistas y pedagogos que podrían profesionalizar el sector. Creo que debemos trabajar en varios frentes: ético, político, jurídico y logístico, para que los servicios culturales sean reconocidos como una parte fundamental de nuestra profesión. Esto no solo fortalecerá el gremio, sino que permitirá que el arte sea una herramienta de transformación social real.

¿Qué papel tiene la educación académica y artística en todo esto?

Es crucial. La educación artística no debe verse como un pasatiempo o una actividad extracurricular. Es un eje central para el desarrollo del pensamiento crítico y la identidad. Las academias, por ejemplo, deberían ser centros de formación donde los niños y niñas reciban una enseñanza consciente, impartida por profesionales capacitados en pedagogía. Es nuestra responsabilidad, como artistas y padres, exigir calidad en la educación artística. No podemos permitir que las academias funcionen como guarderías sin un enfoque claro. Una formación artística bien planteada no solo forma bailarines, sino ciudadanos críticos y conscientes de su cuerpo, su cultura y su entorno. El futuro de la danza en Latinoamérica pasa por dignificar estos espacios y reconocer que educar también es una forma de crear arte. Es momento de dejar de subestimar la labor pedagógica y entenderla como una extensión natural del trabajo artístico. Es ahí donde comienza el arte.


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  • Los Nadie


    Teatro Segundo Cueva Celi
    Funciones: Sábado 16 de Noviembre, 2024. 10h00 y 19h00

    Música
    Composición Original de: Alberto Nava (Durango) Alberth Mathias (L.A - USA)

    Life and Death: Balanescu Quartet
    Deportation Iguazu: Gustavo Santaolalla
    Vestuario: Diana Vazquez (Durango)

    Imágenes: Portada, Fig. 1-2, Courtesía de La Revuelta.

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