El Museo Histórico y Artesanal La Pila es un esfuerzo colectivo iniciado en 2018 con un objetivo común: revalorizar la labor de manos artesanas y reconocer los conocimientos de esta comunidad manabita. Este manifiesto responde a las etiquetas y simplificaciones que reducen este lugar a la “inautenticidad”; es también un llamado a visibilizar las complejidades de un oficio que incluso ha sido criminalizado. En La Pila, el museo es una arena de disputas por la memoria y el presente. Aquí, el barro es resistencia, y el saber ancestral, un acto de dignidad colectiva que merece un reconocimiento libre de prejuicios.
1. El Museo Histórico y Artesanal La Pila no es una vitrina de nostalgia ni una sala para admirar en silencio. Este museo, rural y comunitario, plantea preguntas incómodas: ¿para quién son los patrimonios? ¿Quién tiene derecho a construir memoria, y cómo se protegen esas memorias en tiempos de crisis? ¿A quién sirve, en última instancia, la memoria del museo?
2. Las réplicas en La Pila no son copias sumisas; son contestaciones e interrogantes. Cada “muñeco”, como se les dice a las figuras basadas en las culturas prehispánicas, está cargado de la experiencia comunitaria y la cercanía cotidiana con los antiguos. Estas piezas que, para los expertos, son simples copias, para la comunidad, son posibilidades que desafían la legitimidad de la “historia oficial.” La reproductibilidad aquí se convierte en un acto de creatividad que invita a reinterpretar lo que las academias deciden sobre el pasado.
3. ¿Qué significa “preservar” cuando preservar implica una vigilancia, una regulación constante? En este museo, se revisan y reescriben los discursos patrimoniales impuestos desde las instituciones centrales. Aquí, “huaquero” no es sinónimo de saqueo, sino de sobrevivencia, de estrategias que surgieron para sostener a las familias en épocas de sequía y falta de oportunidades. La huaquería, con todos sus riesgos y azares, es el eslabón precarizado de una larga cadena que alimenta un mercado gris controlado por intocables.
4. En La Pila, el barro no discrimina. Las manos que lo moldean son tanto de artistas como de artesanos. Pero el sistema, la mirada externa, necesita clasificar: al artista se le otorga libertad, al artesano se le exige “autenticidad”; el artista puede innovar, mientras que al artesano se le pide repetir, permanecer en un pasado inmóvil. ¿Cuándo la réplica artesanal se convierte en obra de arte? ¿Cuándo el conocimiento práctico de las manos es algo más que técnica? Este manifiesto rechaza la dicotomía rígida entre arte y artesanía: las creaciones de La Pila desafían esos límites. El barro no pide permiso para ser solo "arte" o "artesanía"—es ambas cosas, y su valor no depende de convenciones ajenas sino de la visión y experiencia de quienes lo trabajan.
5. En este museo se visibilizan las historias de las mujeres que iniciaron el oficio y lo transmitieron a sus hijos e hijas. Ellas han sido parte fundamental del trabajo en los talleres y han contribuido a construir un legado que, a menudo, ha sido ignorado. Este manifiesto es un recordatorio de la importancia de escuchar sus voces y de que sus manos creadoras reciban el reconocimiento que décadas de invisibilización les han negado. La historia de las mujeres y las artesanas de La Pila no puede ser una nota al pie; debe ser el título principal.
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6. El museo no es una solución completa ni definitiva; como espacio comunitario, es una herramienta, no un símbolo decorativo dentro de las políticas patrimoniales. El proyecto cuestiona la dependencia que las comunidades como La Pila tienen de las dinámicas externas: el mercado, el turismo, y la falta de apoyo constante por parte de la institucionalidad. Este es un llamado a la autonomía, a imaginar un camino donde la comunidad defina sus propias condiciones de sostenibilidad y reconocimiento.
7. Que los museos nacionales hayan sido uno de los mayores coleccionistas de piezas prehispánicas no legitima esa apropiación del pasado; lo convierte en un acto de despojo formalizado. En La Pila, se reconoce al coleccionismo como un problema que surge de la paradoja del mismo Estado que auspició indirectamente la huaquería y, simultáneamente, condenó la práctica local como ilegal. En este escenario, en el que nació el oficio alfarero, el museo de La Pila mira a contraluz los relatos patrimonialistas institucionalizados para enfatizar en sus impactos en las vidas de las personas.
8. Este no es un museo ocular céntrico ni disciplinario. Aquí, el barro es memoria viva, y el tocar no es un privilegio, sino una pedagogía en sí misma. Los talleres impartidos por artesanos y artesanas enseñan a niños, niñas y jóvenes de La Pila que es imposible ver el patrimonio desde una distancia. Tocar es recordar, es activar el conocimiento que se ha adquirido desde el hacer. Las nuevas generaciones no son continuadoras del oficio: son artistas críticos de su herencia y su entorno.
9. La demanda de “autenticidad” plantea una pregunta esencial: ¿quién decide qué es auténtico? Queremos reformular esta pregunta por: ¿cómo pueden los objetos del presente reencontrarse con aquellos custodiados en los museos de los centros? La réplica refleja procesos culturales dinámicos, libres de etiquetas. Que la práctica artesanal sea medida y valorada desde su propia multiplicidad.
10. En La Pila, el pozo de agua azufrada guarda la memoria de una historia anterior a la colonización, y su preservación representa algo más que arqueología: es el derecho de una comunidad a definir su relación con el pasado. La tradición aquí no es una postal romantizada, sino una afirmación crítica y compleja sobre lo que implica vivir en resistencia cultural. Este museo no existe para representar un pasado inalterable, sino para ser un espacio de disputa sobre qué y cómo recordar.
11. Este manifiesto se alza en contra de las prácticas patrimoniales que infantilizan a las comunidades, que ven a sus miembros como “portadores” sin agencia. Este museo apuesta por la pedagogía de la ruptura, donde los archivos, los talleres y las exposiciones no son decorados para turistas, sino herramientas para la autodefinición. Aquí, la memoria es una labor crítica que demanda ser compleja, contradictoria y siempre en movimiento.
En La Pila, la memoria social se moldea y se reinventa, contra el olvido y las imposiciones. Que cada acto de creación sea una declaración de autonomía, dignidad, y un patrimonio que vive más allá de las vitrinas.
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- Image Credits:
Cover: Mural de Javier Rivera sobre el pozo prehispánico. Fotografía de Pamela Cevallos 2023
Fig. 1 Puerta de ingreso al museo. Fotografía de Pamela Cevallos 2023
Fig. 2 Casa de La Pila. Fotografía de Pamela Cevallos 2023