Esteras, caña, plástico, calamina, triplay y ladrillos. Las estructuras que construye Santiago Roose, en las que estos materiales conviven, remiten inevitablemente al proceso de transformación a partir del que ha crecido, desde mediados del s. XX, su ciudad natal, Lima: oleadas masivas de migración, toma de terrenos baldíos y autoconstrucción.
Formado como comunicador y fotógrafo, Roose volvió su mirada hacia esa forma particular de entorno construido al volver a Perú, tras vivir 10 años en Europa. Contra aquella narrativa que desde inicios del s. XXI celebra el “milagro peruano”, un crecimiento económico sostenido sobre un modelo extractivista/exportador de orden colonial, se habían seguido multiplicando allí bajo distintas configuraciones esos asentamientos espontáneos que, sin planeamiento estatal, conforman hoy una vasta periferia que cerca a la llamada “Lima moderna”: paisajes poblados de construcciones improvisadas y endebles, que aún progresivamente transformadas en edificios de material noble, [1] permanecen siempre inacabadas.
fig. 1
Al mirar hacia los conos, [2] el quehacer artístico de Roose se ancla en la experiencia renovada, tras su retorno, del afianzamiento y reproducción a diversas escalas de ese régimen que traduce ansiedades coloniales y capitalistas en férrea segregación. La mancha urbana crece; se consolidan nuevos núcleos; rejas y muros proliferan y rebasan los distritos de las élites capitalinas tradicionales, que se aventuran fuera de ellos solo para llegar a los balnearios privatizados, el aeropuerto o la casa de campo familiar.
Usando prácticas arquitectónicas populares como lenguaje, Roose configura ocupaciones del espacio que nos trasladan al siempre cambiante paisaje urbano del desborde: lo improvisado, lo marginalizado y lo eternamente inconcluso. Pero, ¿qué nos dicen? La figura resultante es inexorablemente ambigua, y ahí reside su potencia.
fig. 2
Acaso a la vez testimonio del coraje, creatividad y lucha de las clases populares; evidencia de la tensión entre la posibilidad de un proyecto colectivo y el ahondamiento de la subjetividad neoliberal; crítica de la honda precarización tras décadas de políticas estatales de laissez-faire; y manifestación de un imperativo de exclusión colonial, la obra de Roose se muestra como emblema de un proceso trunco y una promesa siempre postergada. En suma, evidencia tanto de una conquista como de un fracaso.
Al margen de su heterogeneidad, es ese el signo de los procesos de urbanización en América Latina, e incluso de la condición urbana global: invasiones, pueblos jóvenes, favelas, callampas, villas miseria no son más que el correlato ineludible de la ciudad oficial: amenazantes, pero fundamentales para el status quo.
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- FOOTNOTES
[1] En algunos países latinoamericanos se llama así a los materiales empleados en los sistemas constructivos occidentales –concreto y ladrillos industriales–, asociados al progreso y a la modernidad, en oposición a aquellos que se emplean con más frecuencia en la arquitectura vernácula y popular.
[2] Nombre que se le da en Lima a los distritos formados mediante sucesivas olas de migración desde mediados del s. XX. Entonces alejados y claramente discernibles del casco urbano consolidado de la capital, hoy están totalmente conurbados, y de hecho reúnen a los distritos más populosos de la ciudad.
IMAGE CREDITS
Cover: Santiago Roose. Determinaciones Socio-territoriales: Techo Común (2012) Photo: Santiago Roose. Courtesy of the artist.
Santiago Roose. Determinaciones Socio-territoriales: Colonia Litoral. (2013). Photo: Jacques Custer. courtesy of the artist
