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CUANDO EL VIENTO CONOCIÓ EL MIEDO

Una Historia de Vivos y Fantasmas (los de los Gamonales).

  • Nov 06 2023
  • Miguel Gutierrez Chero
    es fotógrafo y comunicador social. También es postulante a magíster en antropología visual por la PUCP-Perú.

El 24 de marzo el sol amaneció endeudado, y los rostros de los pobladores de Tantaccalla, preocupados. Esta comunidad campesina, ubicada a tan solo dos horas de la ciudad de Cusco, en Perú, de pronto se veía bajo amenaza de desalojo  a causa de una querella legal iniciada por una familia de ex hacendados [1] que reclamaban la propiedad sobre el territorio. El operativo policial desplegó por lo menos 300 policías antimotines, con el fin de sacar a las personas de sus casas, incluso por la fuerza. Cuando el juez dio la orden de interrumpir el desalojo ancianos con palos, mujeres con niños en brazos y jóvenes a caballo, estaban decididos a defender a cualquier costo sus hogares. ¿Cómo se llegó a este punto? 

Según la abogada de la comunidad, Karina Baca Gómez: “La comunidad campesina registró su existencia desde el 10 de diciembre de 1926 y obtuvo su título de propiedad de acuerdo a un procedimiento administrativo de deslinde y titulación en el año 1988. En el año 2005, la comunidad fue demandada por la familia Paz Vizcarra por nulidad e insubsistencia parcial del título de propiedad, cancelación parcial del asiento de inscripción registral y reivindicación de las tierras del predio rústico Mallma Alto. Los ex hacendados hicieron valer un certificado de inscripción registral derivado de un testamento fechado en 1946 (es decir, veinte años después del registro de la comunidad campesina) y denuncian que la comunidad tramitó su inscripción sin notificarlos, a pesar de lo prescrito en el Art. 2003 y 2006 y la ley 24657 sobre caducidad de la acción y vencimiento de plazos en la tramitación administrativa”. Es decir, la pugna legal es por definir si la comunidad registró legalmente su existencia y sus fronteras por sobre el derecho a herencia de la familia hacendada. Sin embargo, hay un elemento fundamental para entender las razones por las que la comunidad tiene derecho sobre la tierra: el uso. 

 

fig. 1

 

El territorio que se encuentra en litigio se extiende a lo largo y ancho de 218 hectáreas, acoge a la mayor parte de la población y es en donde se hallan las principales instituciones. En el lado demandante se encuentra la familia del ex hacendado Luis Gustavo Paz Vizcarra, la cual argumenta que este terreno no fue afectado por la Reforma Agraria y continúa siendo de su propiedad. Vayamos un poco hacia atrás. A partir de 1969, el gobierno Peruano, liderado por el militar Juan Velasco Alvarado, implementó una serie de medidas con el objetivo de transformar la estructura social del país, a través de un cambio en el sistema de distribución de la riqueza y la propiedad de la tierra. La medida más importante fue la promulgación del Decreto Ley n.º 17716, más conocido como Ley de Reforma Agraria. El primer paso fue sustituir los regímenes de latifundio y minifundio por un sistema de redistribución que implicaba las expropiaciones de predios rústicos. Dichos terrenos pasaron en un primer momento a ser de dominio estatal, y luego fueron otorgados a campesinos y agricultores organizados en cooperativas y sociedades. De este modo, se intentó eliminar el sistema de gamonalismo y peonaje. Sin embargo, la Reforma Agraria fue un proceso que empezó “desde abajo”. De hecho, las medidas adoptadas por el gobierno de Velasco no hacían más que intentar apagar los fuegos de un incendio rebelde que empezó precisamente en Cuzco, en la Provincia de La Convención. A este linaje de lucha pertenecen compañeros como el recientemente fallecido, Hugo Blanco. La Reforma, entonces, pasó por agua tibia las raíces coloniales de la división territorial latifundista, implementando el derecho a indemnización de las personas expropiadas según una tasación realizada por el Estado, y sobre la base de un justiprecio cuyo pago era imperativo por mandato constitucional. Pero quedó el lema y la narrativa:  “La tierra es de quien la trabaja”. Volviendo al s. XXI, los herederos del ex hacendado de las tierras de Tantaccalla no han tenido relación alguna con el territorio que reclaman y por generaciones, ni siquiera tuvieron conocimiento de su existencia. Mientras tanto, Tantaccalla es una comunidad inscrita en la base de pueblos indígenas del Ministerio de Cultura de Perú. Esto se traduce en el reconocimiento oficial de que es anterior a la constitución del Estado. Sin embargo, perdió el juicio en dos instancias debido a la negligencia del abogado que representaba sus intereses, lo que habilitó el dictado de la orden de desalojo.

 

fig. 2

 

El día que Tantaccalla iba a ser desalojada, los pobladores se despertaron a las cuatro de la mañana para organizar la resistencia. “Teníamos mucho miedo, pero qué podíamos hacer, necesitábamos defender nuestro hogar”, me dijo Daniel Quispe, actual presidente de la comunidad, quién se reunió con otros líderes durante varios días y varias noches en busca de una solución. Ellos fueron quienes me invitaron, con la idea de que mi presencia como periodista podría ayudar a ejercer algún tipo de presión mediática que ayude a impedir el desalojo. Todo estaba en silencio cuando llegué. La gente hablaba en voz baja. Las mujeres preparaban el desayuno y se miraban con tristeza mientras los hombres acordaban los puntos estratégicos desde donde podrían bloquear el camino de acceso, en caso de que la policía decidiera entrar. “No vamos a negar que tenemos miedo, pero el viento sabe que esta es nuestra tierra, y la vamos a defender aún con nuestra vida. Aquí vivieron nuestros abuelos y aquí vivirán nuestros nietos”, me confió otro poblador, durante la reunión comunal. Efectivamente, el sonido del viento acompañaba las palabras de cada participante, como si también quisiera decir algo.

A las 7 de la mañana pasaron listas y distribuyeron palos. De pronto, una mujer se arrodilló, luego otra, luego todos los demás. Oraban. Y entre los susurros de sus rezos, caían lágrimas de sus ojos cerrados. Mientras tanto, yo miraba alrededor y tomaba fotografías. Sobre las montañas había un grupo de jóvenes. Sobre las rocas, mujeres con bebés en brazos. Las doscientas personas presentes se distribuyeron estratégicamente en el terreno. Los jóvenes, a caballo en las zonas altas. Los varones adultos, organizados por grupos a lo largo de la angosta carretera. Y en la entrada principal del pueblo, mujeres entre los cincuenta y setenta años, vestidas con sus tradicionales polleras, trenzas, y sombreros que, formando una muralla humana, sostenían la  bandera de Perú. La Policía llegó a las 10 de la mañana. Los agentes bajaron de varios buses en un descampado a casi dos kilómetros y allí se quedaron. Quién sí se acercó fue el juez. Juntó a los abogados de ambas partes, pidió opiniones de la Fiscalía, de la Policía, de los representes de la comunidad y de la familia de ex hacendados. La tensión se rompió cuando el juez pidió ir a ver las casas y comprobó que el informe oficial, que indicaba que Tantaccalla era una población improvisada y sin arraigo, estaba errado. Había casas de concreto, casas de dos pisos, una iglesia, un colegio, un local comunal, luz eléctrica, servicio de agua, hasta internet y servicio de televisión por cable.  Confirmado el carácter infundado de la base sobre la que se levantó la órden de desalojo, la Fiscalía, la Policía y el abogado de la comunidad pidieron al juez que esta se suspenda. Sin embargo, el abogado de la parte demandante argumentó: “Tengo en mis manos el documento en el que se ha previsto contingencias de esta naturaleza (de seguridad, en caso de uso de la fuerza policial) y contamos con el apoyo de los bomberos, una ambulancia y todo lo necesario para realizar el desalojo”. Sin embargo, las autoridades deliberaron y el juez decidió parar el desalojo de forma definitiva. Las emociones explotaron. Las mujeres que componían la barricada humana empezaron a llorar y luego los hombres. Sus sombreros fueron lanzados al cielo en señal de júbilo. 

 

fig. 3

 

Sin embargo, la historia no se acaba en esta imagen idílica de victoria campesina. El peligro del desalojo ha dejado una huella traumática en entre los habitantes del pueblo. El miedo no se ha disipado y genera tensión en diferentes aspectos de la vida cotidiana. Los comuneros se encuentran enzarzados en disputas internas, y muchos jóvenes han migrado a la ciudad, por temor a ser despojados, lo cual ha tenido un impacto muy negativo en la actividad agrícola. Si bien este proceso migratorio con dirección a la urbe no es algo nuevo, el contexto de un posible desalojo lo ha acelerado notablemente. A pesar de ello, la conexión entre la ciudad de Cusco y la comunidad de Tantaccalla es de doble vía. Los fuertes lazos de parentesco forjados en comunidad hacen que muchas de las personas que se fueron a vivir fuera,  vuelvan constantemente. La ciudad y el campo son, realidad, dos manifestaciones de una relación permanente. 

En cuanto al proceso legal, está congelado. Las fechas se aplazan una y otra vez, lo cual representa una carga económica impredecible y acumulativa, debido a los gastos que implica la contratación de defensores legales y los traslados a las ciudades en las que se llevan a cabo las audiencias judiciales. ¿Cuál es el futuro de Tantaccalla en esta historia de fantasmas que vuelven de un sepulcro mal sellado? “Hayk’ataraqchá kusikuwaqhkaran llapa punakunamanta urayamuspayku. Qosqoman haykusqaykumanta, manaña k’umuspañachu, qaparispayku, kallin kallínta: “¡wañuchunku gamonalkuna! ¡kausachun llankaqh runa!” nispa qaparispayku, Mistichakunataqh t’oqochankunaman huk’ucha hina pakakuqh karanku”. [2]

 

fig. 4

 

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  • FOOTNOTES

     

    [1] Terratenientes.

    [2] Primera Carta de Hugo Blanco a José María Arguedas (El Frontón, 11 de noviembre, 1969):  “ Cuánta alegría habrías tenido al vernos bajar de todas las punas y entrar al Cusco, sin agacharnos, sin humillarnos, y gritando calle por calle: “¡Que mueran todos los gamonales! ¡Que vivan los hombres que trabajan!”. Al oír nuestro grito, los “blanquitos”, como si hubieran visto fantasmas, se metían en sus huecos igual que pericotes”.

     

    IMAGE CREDITS

    Cover, fig. 1, fig. 2, fig. 3, fig. 4: Photo Miguel Gutiérrez Chero.

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