La Cañada Real no es un poblado chabolista, un asentamiento temporal o un campamento transitorio. A pesar de estar fuera del plan urbanístico y contar con un alto número de infravivienda, nosotros, sus habitantes, entre los que nos encontramos mujeres activistas pertenecientes a diecisiete grupos étnicos y nacionales, hablamos de un barrio en construcción. Su origen se remonta a cincuenta años atrás y se divide informalmente en seis sectores. En 2011, el Estado dejó de considerarlo una vía de pastoreo y comenzó a tomar medidas para abordar los problemas sociales y urbanos que surgieron durante este proceso de integración.
Los seis sectores que componen el barrio de Cañada Real se enfrentan a riesgos significativos, especialmente en lo que respecta a sus conexiones no oficiales a la red eléctrica. La empresa Unión Fenosa, que forma parte del grupo Naturgy y es responsable de suministrar electricidad al barrio, no solo no ofrece contratos a los residentes ni propone soluciones para el problema de la falta de electricidad. En cambio, trabaja intensamente para desmantelar la red ya existente.
El 2 de octubre de 2020, la electricidad se cortó de repente y sin previo aviso. Inicialmente, creímos que se trataba de un error, y el comisionado de la provincia de Madrid trató de confirmarlo con la teoría de que la causa era una sobrecarga debida al alto consumo en las granjas de marihuana ilegal. Para nuestros vecinos, algunos de los cuales son expertos en redes de alta tensión, esta explicación no fue convincente. Así que fueron a las torres eléctricas para investigar por sí mismos y descubrieron la presencia de dispositivos que no estaban allí antes. Estos aparatos funcionaban como limitadores de energía y efectivamente, habían sido instalados para impedir que la electricidad alcanzara determinadas zonas del barrio. Se trataba de las viviendas de los sectores cinco y seis, donde residen personas de todas las edades, incluyendo recién nacidos, adultos y personas mayores. Ante esta situación, decidimos reunirnos y presentar una queja que fue respondida por un juez de instrucción. El juez envió un perito que confirmó la existencia de dispositivos limitadores de energía. Han pasado más de dos años desde el corte de energía, y La Cañada sigue sin suministro eléctrico. En esta etapa, nos encontramos en una crisis humanitaria crónica que ha cobrado la vida de un menor debido al frío durante la tormenta Filomena. Es evidente que estamos enfrentando una campaña de desalojo forzado que coincide con los planes de desarrollo urbano en el sureste de Madrid.
La asociación de mujeres a la que pertenezco, Tabadol, existía antes del corte de energía. Se fundó en 2007 como un intento de abordar las tensiones intergeneracionales y de género en los conflictos de vecindario, y desempeñó un papel crucial en la lucha por obtener electricidad para el barrio. En colaboración con varias organizaciones, formamos la plataforma Luz Ya para Cañada Real y logramos un hito sin precedentes al obtener el reconocimiento de la Comisión de Derechos Sociales del Consejo de Europa, que ordenó la restauración inmediata de la electricidad. Sin embargo, esto no se ha cumplido. Nuestra nueva estrategia incluye presentar una petición al Parlamento Europeo y enviar una delegación por segunda vez.
Intentar normalizar una situación tan vergonzosa en términos de derechos humanos no tiene una sola dimensión, sino muchas. Nos encontramos de cara frente a la mecánica del racismo institucional bajo las prioridades de los planes de especulación inmobiliaria. Por lo tanto, los residentes de La Cañada responden con resistencia y acción positiva. Actualmente, tenemos un proyecto para un parque infantil que está siendo diseñado en colaboración con los niños del barrio y el colectivo de arquitectos Todo por la Praxis. Sin duda, será un lugar de entretenimiento y alegría, pero sobre todo será un lugar de lucha.
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Regina Galindo. Tierra (2013). Photo: Bernard Huet. Courtesy of the artist.
