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NOTAS SOBRE IRAN: EJES INTRICADOS, TORCIDOS, SANABLES

Una conversación con María Galindo sobre las distintas manifestaciones contra la policía moral, las pedagogías de la crueldad, el feminicidio de Estado y las rutas internacionalistas desde Ecuador hasta Irán.

  • Oct 18 2022
  • Elisa Fuenzalida
    is a researcher and cultural worker. She has directed research projects such as El futuro era tu cuerpo, Ensamblajes del Cuidado and Afectos en Re-existencia. She is coordinator and co-curator of the Cátedra Decolonial Anibal Quijano at the Museo Reina Sofía, co-editor of the journal Arts of the Working Class and mediator in the citizen laboratory platform Redes por el Clima.

Tanto en el feminicidio de María Belén Bernal como en el de Jina Mahsa Amin, las instituciones estatales participan como perpetradores, pretendiendo hacer de la sociedad un testigo mudo. ¿Qué pactos están implícitos en este silencio?

No hay sólo un silencio, sino muchos. Pasando por la desvalorización de las violencias machistas y diferentes formas de corrupción que se tejen en torno a ellas, estos se tratan de formas de complicidad inconsciente que hay a nivel de los juzgados y los operadores de justicia. Existe todo un aparato en complicidad directa e indirecta en relación a las violencias machistas y en concreto, los feminicidios, en los que incluímos a las mujeres trans. El feminicidio es un crimen del Estado patriarcal, porque hay una competencia estatal muy abierta de diferentes niveles de complicidad.

¿Cuál es la participación concreta de los poderes del Estado en la construcción de las masculinidades femicidas en Latinoamérica?

Partiendo de la aclaración de que prefiero no hablar de Latinoamérica en términos generales, ya que simplifican todo demasiado, hay varias ideas claramente construidas social y estatalmente que se vuelven construcciones feminicidas. La primera y más clara es la del servicio militar obligatorio. En las estructuras patriarcales estatales se han construido castas feminicidas y el ejército es una de ellas. En la sociedad boliviana el servicio militar obligatorio es una certificación de masculinidad y como tal es una certificación violenta, violadora y en muchos casos incluso feminicida. 

La segunda es la paternidad. En Bolivia abundan los casos en que el feminicidio se da en el momento en el que las  mujeres reclaman asistencia familiar o responsabilidad sobre un embarazo. La paternidad está constituída institucional y jurídicamente en base al derecho de un hombre a adoptarla o rechazarla. Pero además, en base al derecho de un hombre a otorgar a la guagua una posición social que no le puede dar su madre. De hecho, ninguna mujer puede plantear que un hombre no críe a su guagua (1) como un problema jurídico, pero un hombre sí puede hacerlo frente a ella e incluso llevarla a la cárcel. Entonces, hay un problema de castas masculinas: hombres en el ejército, políticos, jueces y policías, que en caso del ejercicio de la violencia o incluso del feminicidio, gozan de impunidad. 

¿Qué lugar ocupa el espacio de protesta y desobediencia civil en ese proceso de desensibilización de los funcionarios públicos?

La relación de continuidad; porque el cuerpo colectivo que protesta es un cuerpo siempre inferiorizado, desarmado y que, de hecho, está protestando porque está en una situación de subalternidad. Estas castas de privilegio masculino se sostienen y son legitimadas por el Estado porque negocian el ejercicio de la represión a cambio de  impunidad. En Bolivia la policía es intocable porque el Estado la necesita para controlar a la sociedad. El ejercicio de la represión es parte de una suerte de entrenamiento continuo en la crueldad.

Hablando de las pedagogías de la crueldad, Rita Segato propone hacer una distinción entre el feminicidio y el femi-genocidio. El último término estaría referido a aquellos asesinatos que escapan al ámbito de lo doméstico e interpersonal, que activan componentes que abarcan a la comunidad entera. Tu idea del feminicidio como crimen de Estado no observa dicha separación ¿por qué?

Cabe preguntarse antes: ¿Qué formas de violencia estamos enfrentando?¿Hablamos de un campamento minero, una frontera, una comunidad agraria lejana, donde no existe ni policía ni absolutamente ninguna presencia del Estado? No se puede hacer generalizaciones tan grandes, y en ese sentido acepto las categorías que Rita plantea. Sin embargo, creo que hay una continuidad, porque todo hombre feminicida ejerce el derecho a tomar la vida de una mujer en el marco de una cultura femi-genocida y sabe que tiene una opción para huir, buscar impunidad, la protección de su familia, la protección o complicidad de las autoridades, la protección o complicidad de sus amigos…Por tanto, ¿qué feminicidio es exclusivamente doméstico? 

De acuerdo a los estudios que venimos realizando para la Universidad de Harvard desde Mujeres Creando, el feminicidio es una respuesta masculina a formas de desobediencia y de las mujeres respecto a mandatos de sumisión. Hemos visto casos de feminicidio donde la mujer ha pedido asistencia familiar, ha empezado relaciones con otra pareja o ha decidido empezar a trabajar. Esto es muy interesante porque contradice el mensaje que los mass media hacen circular y que justifica tanto al Estado como al sistema: que el feminicidio es una consecuencia de la incapacidad de las mujeres de reconocer y denunciar los abusos machistas.

Precisamente, el feminicidio de María Belén Bernal expone un claro entronque entre el ámbito doméstico y las instituciones estatales. ¿Qué nuevos indicios de una misoginia de base en el contrato social pone este caso de manifiesto?

Muchísimos. Primero, aclarar que se trata de un contrato sexual, es decir, que se trata de la apropiación, por parte de los hombres, de los cuerpos de las mujeres que forman parte de su universo como parejas: la idea de que las mujeres deben obedecer  y complacer, la maternidad entendida como abnegación, la totalidad de la responsabilidad de crianza y el mandato de la servidumbre doméstica. Está muy claro que las mujeres nos estamos rebelando, pero el mandato social sigue presente: en la publicidad, en el sistema educativo, en el propio concepto de familia y esto sí, a escala continental. Todo el código, es decir, todo el aparato jurídico, todo el concepto del Estado, está fundado en la visión de la familia como una entidad patriarcal: “papá, mamá, hijitos”…Y no en una visión plural de las familias.

¿Qué mensaje pone el Estado ecuatoriano en circulación a través el cuerpo de María Belén con el silencio de los oficiales policiales, la negligencia de la fiscalía y las bochornosas declaraciones ministeriales del ex Ministro Carrillo (2)?

Lo que sucede –y en esto yo coincido plenamente con Rita Segato– son dos problemas simultáneos: El hecho feminicida y el relato alrededor del feminicidio. Ambos deben disputarse en el mismo proceso. En la narrativa estatal, las vidas de las mujeres no valen y sus cuerpos son desechables. La baja al Ministro del Interior ecuatoriano no resuelve el relato alrededor de este feminicidio como un crimen pasional, que es como él lo presenta, en una suerte de complicidad con el feminicida que es absolutamente legitimada por el Estado a nivel de de los juzgados, la policía, las instancias y formatos de investigación. Lo que busca dicha narrativa no es el móvil sino la justificación del feminicida. 

Mientras en nuestro continente las luchas por la descriminalización del aborto vienen acompañadas de consignas como “Saca tu rosario de mis ovarios”, en Irán el cuerpo femenino se ha convertido en un agente de transformación radical ante el poder teocrático. ¿Cómo podemos acercar procesos tan geográficamente lejanos pero tan políticamente afines?

La pretensión de acercamiento es innecesaria porque ya estamos muy próximas. El diálogo en cuanto a levantamientos sociales es intenso a nivel global y en ese sentido el campo feminista mantiene unos niveles de vitalidad que incluso van más allá de las luchas ecologistas. Pensá, por ejemplo, en lo que ha sido la explosión de la performance de Las Tésis, que se inicia en una ciudad pequeña como lo es Valparaíso. Las mujeres estamos “espejeándonos” unas a otras a una escala mucho mayor que la nacional y construyendo y nutriendo tanto de forma subterránea como explícita. Otro caso es el de Mujeres Creando. Somos un grupo pequeño y entre muchísimas actividades que realizamos, además somos graffiteras. Entre nuestras pintadas, hubo una que hicimos en el contexto de una marcha en defensa del territorio indígena. Decía: “Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista”. Esa pintada dio la vuelta al mundo sin que se citara la fuente y esto más allá de si es correcto o incorrecto, pone de manifiesto la capacidad de alcance que tienen las luchas, las ideas y desobediencias de las mujeres hoy en día. Estoy absolutamente segura que la desobediencia y la lucha de las mujeres iraníes está repercutiendo sobre los cuerpos de otras mujeres en el mundo. 

Sin ir muy lejos, esta mañana discutí con un patriarca de la izquierda boliviana debido a una pequeña crítica mía que él respondió atacándome con bastante acritud. Con esto quiero decir que en Bolivia también estamos luchando contra la policía moral y toda clase de regímenes disciplinarios. Pero al mismo tiempo, podemos aplicar el concepto a los contextos europeos islamófobos. Y es que el  velo tiene un doble código, el debate no es si “velo sí o velo no'', lo que se trata de reivindicar aquí es la desobediencia y la soberanía. 

Las acciones públicas de protesta de las mujeres iraníes, como cortarse el pelo, han empezado a ser imitadas por los hombres ¿Se trata del desborde del “Tocan a una, nos tocan a todas” al “Tocan a una, nos tocan a todos”?

Yo también lo veo muy positivamente. Las feministas hemos despertado una cantidad de expectativa y de esperanza en niños, jóvenes, y hombres adultos. Ahora, considero que la alianza con todo lo que llamaríamos masculino es algo todavía muy rudimentario, porque muchos de esos hombres consideran que son solidarios con nosotras cuando se trata de lo contrario. En esto también coincido plenamente con Rita Segato, no porque los hombres sean los más oprimidos del patriarcado, sino porque también lo son. Pero no han despertado a la revisión de sus propios cuerpos y a la revisión de sus propias opresiones, porque han preferido y siguen prefiriendo usufructuar de los pocos privilegios que el patriarcado les otorga sobre los cuerpos de las mujeres a cambio de un disciplinamiento masculino muy cruel. En suma, sí, es positivo, pero al mismo tiempo es algo en torno a lo que deberíamos seguir reflexionando, cuestionando y debatiendo. Yo creo en las luchas en primera persona, y en este caso se debería estar librando también desde los cuerpos llamados hombres o masculinos. 

No parece mencionarse suficientemente que Jina Mahsa Amin era kurda, un grupo étnico históricamente sujeto al colonialismo, criminalización y exterminio. Sus modos de resistencia ideológica y encarnada, sin embargo, distan mucho de anclarse en nodos identitarios lo que les ha permitido desarrollar relaciones de cooperación internacionalistas muy potentes. ¿Es posible pensar en alianzas internacionalistas con los movimientos indígenas que no pasen por la romantización o el complejo de salvador blanco? 

Creo en esta explosión global, de “espejeo'' como dije antes, pero me incomoda mucho pensar que en ese proceso la intermediación de significados y procesos más frecuente es la europea y en concreto la centroeuropea. Ahí es donde yo me vuelvo extremadamente escéptica. Por un lado, están las redes sociales como un escenario que constantemente banaliza la solidaridad internacional y por otro, una Europa colonial y racista como su intermediaria mayor. Me preocupa mucho que la lucha contra la teocracia y la policía moral de las mujeres iraníes jóvenes sea utilizada por feministas centroeuropeas, liberales e islamofóbicas que se creen dueñas del sentido de libertad de las mujeres.

¿Cómo serían estas alianzas, en clave feminista y decolonial?

Creo en la lucha concreta, en la construcción política desde el territorio y creo en los escenarios de debate. Es necesaria una circulación más efectiva de literatura y teoría. Los discursos, de manera más frecuente, viajan de norte a sur, pero no viajan de sur a norte. ¿Qué teóricas latinoamericanas se reconocen además de Rita Segato? Ella es una pensadora y amiga a quien quiero y respeto muchísimo pero ¿es acaso la única? Hay una visión colonial en relación a la circulación de literatura: lo que se lee, lo que se edita. Personalmente, he autoeditado toda mi obra y luego de 30 años de lucha, ya no sé si me interesa ser publicada dentro de un marco de visión tan unilateral de la teoría feminista.  

Sin abandonar las luchas en el frente estatal y del derecho internacional, ¿qué otras rutas es necesario plantearse?

Una de las luchas que me parece más importante seguir nutriendo tiene que ver con qué hacemos frente a la pluralidad de neo-fascismos que se están articulando internacionalmente. Se trata de seguir abriendo espacios y que sean cada vez más diversos. La Academia, en este sentido, es uno de los menos heterogéneos. De plano porque existen toda clase de cribas que dejan fuera a las negras y a las indias que no han adoptado el discurso hegemónico. Considero que hay que dejar de pensar en la Academia como el espacio principal de construcción de teoría y debate. ¡El debate no está allí! 

Finalmente, creo mucho en lo que está pasando en Irán en cuanto a que es una lucha que está en los colegios, en las calles, en las plazas…¡Por millonésima vez!…porque las luchas en Chile han sido así, igual que en Ecuador y Bolivia. En conclusión, creemos nuestro propio discurso y nuestros propios canales, no hay por qué adoptar el debate hegemónico. Y mucho menos el discurso hegemónico que se construye en antagonismo en relación a las trabajadoras sexuales y las personas trans. 

Las preguntas fueron formuladas por Elisa Fuenzalida.

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  • FOOTNOTES
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    1. Bebé, en quechua y aymara.
    2. El ex Ministro del Interior, Patricio Carrillo Rosero, definió el caso como un “crimen pasional”, ignorando la legislación existente en cuanto a la tipificación del delito de feminicidio.

    IMAGE CREDITS

    Protest action against the Catholic Church in the context of the denunciation of child pregnancy, Bolivia. Image from Mujeres Creando Archive.

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